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Cruz del Sur

Cruz del Sur

Guy Roques

 

Terminamos ¿un concierto más? estábamos en Albi, ciudad del sur de Francia donde cientos de años atrás muchos Cátaros murieron por sus ideales. Jorge, un amigo-guía nos llevó para que comiéramos. Llegamos a una gran casa, la calle estaba algo en penumbras, pero al atravesar el dintel un mundo mágico se ofrecía a nuestros ojos, la casa ¿cuántos años tendría? y sus dueños... ¡en verdad existe la química! pues esa noche probaría que si. Nos sentamos alrededor de una gran mesa redonda, no para hablar de combates, ni de guerras, sino para dejar que fluya el cariño, la amistad, la poesía, la música. Guy, el amigo dueño de casa nos regaló su simpatía, su conocimiento de la vida y de la pesca, sus diálogos exquisitos con su gran amigo Jorge. ¿Por qué no podremos disfrutar más a menudo de estos momentos mágicos que pocas veces nos toca vivir?.
 

Felizmente, ya estando en Madrid, nos llegaron estas líneas que queremos compartir, como una manera de perennizar esos maravillosos momentos, y como agradecimiento a ti, Guy, de parte de tus amigos.

Alturas

 

 

 


 

Cruz Del Sur
A Jorge Saraniche y a los músicos del grupo ALTURAS

Cruz del Sur,
efímera de Mayo en el cielo tropical,
ángel metálico caído entre las olas,
barco de eternidad,
alabastro del Nuevo Mundo con su cinta de colores.

Caminan cuatro caballeros por las Alturas del Perú,
de cara a la nieve,
con sus Chakanas en el pecho,
por los senderos de tierra y sangre,
sin saber dónde se cruzan, ni yo tampoco,
peleando entre truchas y toreros.

Me da pena ir yéndome sin comprender.
Ya sé amigo, que tienes una noche en blanco,
más no te vayas.
Todavía me duelen los que se me fueron,
los que no volvieron.
Hay vino de mi pueblo para tus pollos asados.
Hablaremos de los cuatro horizontes,
de los cuatro elementos, agua de cielo y tierra de fuego,
y si te apetece, de los cuatro Evangelios.

¿Pero cómo podrás explicarme amigo,
con guitarra o charango
y hasta con el palo de lluvia,
por qué aquella noche de invierno, de humedad,
de plomizo oscurecer y peces dormidos,
los cuatro caballeros de las Alturas,
casi de improviso,
llamaron a mi puerta y entraron uno tras otro?.

Las casas viejas son como las catedrales.
Parece que las piedras escuchan religiosamente.
Entraron uno tras otro y
nos sentamos todos a la mesa redonda
donde improvisamos una misa rara de cariño y amistad.

Allá lejos, en el altiplano de la Cordillera,
una mujer de sombrero negro y poncho de colores
se levantó del fogón,
mirando hacia la Cruz del Sur.
 

Albi, Diciembre de 1998

 

VENTANA CULTURAL


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