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Julio Carmona

Poemas de Julio Carmona

 

htmlrich_fichimagen.jpgNos conocimos en los tiempos iniciales de nuestro Grupo. Compartimos ideales, sueños, proyectos, pero sobre todo amistad. Con Julio y con el "Kiri" Escobar organizamos los TAKISUN LLAQTAMASI (Cantemos Paisano, Hombre de mi Pueblo). Semanas de Música y Poesía, en el Teatro Felipe Pardo y Aliaga que quedaba a espaldas del Ministerio de Educación, en el Parque Universitario. Aquí pudimos conjugar las vertientes musicales de los intérpretes tradicionales, con los de la Nueva Canción, al que pertenecíamos nosotros.

Han pasado algunos años desde aquella época, tú sigues con tus Poemas, con tu trabajo Literario, con tu Docencia que la ejerces de manera Natural, y nosotros, ya ves, con nuestra Música. Se alegra el Corazón al tenerte en este espacio, Amigo,
 

Alturas


 

Julio Carmona: Chiclayo - Perú.

Ha publicado varios libros de versos. Dos de cuentos. Y algunos de investigación educativa y literaria. Actualmente radica en Piura, ciudad del norte peruano, donde trabaja como docente en la Universidad Nacional de Piura.

 

POÉTICA I

Con el nombre de Julio Carmona (que corresponde propiamente al apellido de mi madre, Elisa Carmona) empecé a publicar mis trabajos en verso a comienzos de los años '70. Fue en la década siguiente que me interesé por incursionar en el apasionante -y difícil- trabajo de la prosa narrativa. Soy consciente de que ambos menesteres, del verso y de la prosa, no responden a iguales parámetros. Cada cual tiene sus propias requisitorias. Soy también consciente de mis alcances y limitaciones en ambos. Es más, no aspiro, en uno como en otro, a ningún reconocimiento que no sea el de ser considerado sólo como un hombre que quiere decir su palabra. Que hay cánones artísticos, respetables, lo sé. Que hay exigencias formales de tradición y de época que merecen ser tomadas en cuenta, también lo sé. Si en mis trabajos se percibe su presencia, aunque sea de manera mínima: en buena hora. Pero lo que más me interesa es que se reconozca en ellos ciertos imperativos de conciencia (íntimos y sociales). En éstos (como en mi calidad -autoexigida y sostenida- de hombre íntegro) prefiero permanecer. Sé que la "fama" o la "gloria" no se buscan sino se encuentran. Yo, con toda sinceridad, nunca las he buscado. Y lo más probable es que jamás las encuentre. Sólo una mirada lectora, sólo un oído receptor, sólo una conciencia hermana me bastan. Lo demás es ilusión.

 

 

Canto desde tu nombre

Patria, carta de entrañas amorosas,
He subido a las alturas erizadas de tu nombre,
He llegado a duras penas a sus agudas notas,
Allí donde se hace grito congelado
Como el dolor en los labios de un hombre herido.

Llegué, vi y dejé
Intactos tus cerros,
No quité nada a tu cielo. Sólo grabé mi nombre
En su corteza de aire. Llegué para clavarme
En las espinas de tu altura, buscándote
El secreto, la flor, la maravilla.

Subí a tu cielo azul como a un campanario
Y no encontré lo dulce que de ti buscaba.
Anduve por tus calles blancas,
Comprobé sus techos rojos, mordí la pureza
De tus árboles. Y tus piedras, como todas
Las alas, fieles a su trabajo,
Me golpearon,
Y no encontré, no vi, no hallé
La chispa de mi búsqueda.

Pero, de pronto -ciego,
Ciego de mí-, me cosquilleó una mano,
Suave como un suspiro,
Tenue mano de nube derretida: era el hombre,
Era el hombre que venía convertido en amigos,
En pellejos de llamas para la noche dura,
Con  ponchos y frazadas para un mejor mañana
(Que no es lo mismo que decir buenas noches).

Y fue el mote del día siguiente,
Y el queso nieve abierta en pecho tierno,
Y el disculpen hermanos la pobreza,
Fue lo que me condujo al borde mismo del sollozo.
Y quise no seguir buscando más.
Me parecía todo revelado.

Pero surgió la clara
Dulzura de Graciela Eucalipto
Ordeñando las ubres de la noche
Para la sed infinita de mi amor desierto,
Ordenando a mis ojos la admiración y el éxtasis
Para su doble calma de manantial sin ruido.
Todo sonaba a gusto de cereza:
El agua, el cardo, la totora, el cerro.
Y nuevamente y otra vez seguí buscando
Otras dulces bellezas, más altas hermosuras:
Y así aprendí a empinarme a tus alturas
Para coger la mano del tiempo detenida
En cada flor o piedra o lluvia sin reposo.

En tus alturas, Patria, tramonté
El recuerdo de mi obrero:
Por ese sufrimiento de las manos mordidas,
Del dolor y la angustia
Del caer desde siglos de sudores sin premio.
Y en tu espacio me vi pequeño, ínfimo.
Esas alturas no eran
Para mi escuela ausente de epidermis oscura,
De pulmones ajados
Por la cruda fiereza del humoso cemento.

Pero subir a tu nombre, Patria, es beber el cielo.
Y fui a enmendar mi adusta permanencia en la sombra.
En tus alturas todo era claro.
Pero también todo era helado.
Desde tu piel de piedra, pasando
Por el mote pelado hasta el ardiente
Cañazo (y del aguijón
Del agua ni se diga) todo era frío.

Todo era frío menos los ojos vistos o vividos
En fogones tiernísimos alimentando el trago
Calientito, en la fría madrugada
Del toro-velay “que morirá mañana”.
Todo era frío menos el llanto
Del arpa, del wakrapuko
Y el violín que volaba sus cuerdas
En medio de la noche,
Aleteando un poncho de calores
Para el baile redondo
De corazones hambrientos (tal en el día
Vi avegar al cernícalo
En la penumbra del totoral
Hurgando alas menudas).

Perú, carta escondida,
Recién allí en la historia
De mi amor ardió tu nombre,
Como un llanto de fuego llegó a enriquecerme:
Yo no tengo palabras sino mundos
Metidos del dolor al dolor:
Porque no todo es risa
En ti, Perú, si hasta tu nombre
Tiene más cicatrices que la vida; y sabes,
Perú,
Que no todo sufrimiento es pena dolorida,
Pero sabes también por tus heridas
Que si el dolor es pena pero pena vivida
Es un anuncio opaco,
Pero anuncio al fin y al cabo
De nuevos, bellos, buenos o mejores días.

 

VENTANA CULTURAL


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