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Dia Holocausto

Día del Holocausto

GENOCIDIO Y RESISTENCIA ANDINA
Por Danilo Sánchez Lihón

PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA Construcción y forja de la utopía andina




“Escrivillo es llorar”
Guamán Poma

"La tierra es ancha e infinita
cuando los hombres se juntan"
Washington Delgado



1. Hay otros
holocaustos


La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, en el año 2005 aprobó designar la fecha del 27 de enero como Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, en razón de que ese día el ejército soviético liberó el mayor campo de concentración de exterminio de personas en Auschwitz, Polonia.

Esta resolución se refiere al holocausto que sufrieron los judíos en la Alemania y otros países bajo el dominio nazi, crimen perpetrado en desmedro de seis millones de personas, lamentable acontecimiento producido principalmente en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

Pero este, con ser un hecho aberrante y condenable, no ha sido el peor holocausto de la historia humana que también debiéramos conocer, execrar y extraer conclusiones evitando que se repitan y permanezcan impunes.

Mucho más nefasto ha sido el exterminio de las poblaciones indígenas en América, calculado en 80 millones de personas que murieron víctimas de las perversas atrocidades que se hacía incluso como divertimento de la gente que asistía a esos espectáculos a ver a nativos ser devorados por perros de presa.

 


2. Yo soy testigo
de todo esto


He aquí una cita del padre Bartolomé de las Casas, que refiere de estos hechos con la aseveración de que él los ha visto, de los cuales da testimonio y no que los haya escuchado decir o referir narrados por terceros:

"Entraban los españoles en los poblados y no dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas que no desbarrigaran e hicieran pedazos.

Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría un indio por medio o le cortaba la cabeza de un tajo.

Arrancaban a las criaturitas del pecho de sus madres y las lanzaban contra las piedras.

A los hombres les cortaban las manos. A otros los amarraban con paja seca y los quemaban vivos. Y les clavaban una estaca en la boca para que no se oyeran los gritos.

Para mantener a los perros amaestrados en matar, traían muchos indios en cadenas y los mordían y los destrozaban y tenían carnicería pública de carne humana...

Yo soy testigo de todo esto y de otras maneras de crueldad nunca vistas ni oídas".

 



3. Como es
y fue


En el Perú la población antes de la llegada de los españoles ascendía a 20 millones de personas, pertenecientes a una cultura prístina, construida sobre la base de la solidaridad y fraternidad humanas, cultura de fiesta del alma ligada al trabajo mancomunado.

Sin embargo en el censo de 1570 a 1575 del Virrey Francisco de Toledo, solo alcanzaban a sobrevivir 1,067,696 individuos, a solo 38 años del arribo de las naves españolas a nuestras costas.

Hay una amplia bibliografía y numerosas citas, principalmente de cronistas españoles, que refieren acerca de los abusos, crueldades y actos de ensañamiento cometidos en contra de la población indígena a la cual se la mataba por jolgorio.

Recordamos este holocausto porque sigue teniendo prolongaciones lacerantes en el capitalismo salvaje de estos días que niega incluso el derecho al agua a las poblaciones originarias y dueñas de sus tierras.

Y esto ocurre también en relación a la extracción del oro, justamente en el mismo lugar en donde antes se produjeron saqueos, traiciones y actos de barbarie, como es y fue lo que ocurre ahora, y ocurrió antes, en la provincia de Cajamarca.

 


4. El primer
magnicidio


Porque fue en Cajamarca y en la plaza de dicha llacta, en el atardecer del día 16 de noviembre del año 1532, en donde se perpetró la destrucción del Imperio de los Incas, con el resultado de 10 mil naturales muertos.

Ni uno solo portaba armas, mientras los arcabuces, sables y caballos de los invasores producían una estampida que derruyó muros de piedra y en donde murieron personas pacíficas a quienes los convocaba únicamente el sentimiento de cariño y adhesión a su gobernante.

Y es que ¿quién protagonizaba la conquista de estas tierras? La cultura occidental guerrerista, codiciosa e infame; de garrote, alevosa y de horca y cuchillo.

Y el primer magnicidio en nuestro continente ocurre algunos meses después cuando el 26 de julio del año 1533 ejecutan al Inca Atahualpa, quien permaneció capturado ocho meses y medio, tiempo en el cual se habían hecho amigos con todos los conquistadores con quienes departía jugando ajedrez y hasta filosofaban juntos.

 


5. Debacle
del exterminio


De nada valió eso. Lo ejecutaron implacablemente y es que ante esa cultura de rapiña y frente a sus intereses no hay amigos que valgan.

Lo que hay son conveniencias y botín. Esos son los rezagos que hay que corregir, si hay algún rasgo de ese tipo que quede entre nosotros. Y si son ellos evitar que nos sigan tratando igual.

Ahora bien, ¿por qué revivimos todo esto? ¿Acaso por recreación morbosa? No. Sino es porque esta es una historia vigente, que se repite, que es dolorosa y en estos momentos está pendiente de  solución, que ojalá no sea una masacre, como la ocurrida hace poco en Bagua.

Porque en el fondo, ¿cuál es la pugna ahora con las minas de Conga en Cajamarca? ¿Acaso no es el mismo oro de la conquista?

Claro, para aquella debacle del exterminio de nuestra población, a la actitud despiadada de aniquilamiento se sumaron las enfermedades infecciosas.

 


6. Zozobraban
por el sobrepeso


Las epidemias fueron traídas por los europeos, producto de la suciedad reinante en la cual vivían esos países y que no era el caso de las poblaciones nativas acostumbradas a la higiene y a la pulcritud.

Enfermedades como la viruela, la influenza, el sarampión y el tifus que hicieron su estrago, siendo otro de los factores que se sumaron a aquella acción destructiva que diezmaron a la población nativa.

Todo esto hay que recordar y enseñarlo, porque al final los pobres a veces no sabemos a causa de qué seguimos siendo pobres.

Hay que hacer magisterio respecto a la codicia de los europeos, ahora llamados países desarrollados, desde donde nos siguen viniendo directivas de saqueo, razón de su propia autodestrucción.

Como ocurría en tiempos de la colonia que los barcos partían de aquí repletos de oro y zozobraban por el sobrepeso y las tormentas del Caribe y del océano Atlántico.

 


7. Dubitativos
herederos


Pero preferían que el barco se hunda por el lastre de sus propias vidas antes que arrojar al mar una sola pieza de oro, la más ínfima que fuera.

Y sucumbían en el frenesí de la apetencia. Sus propias existencias no valían nada frente al oro y las piedras preciosas.

¡Han naufragado en los océanos galeotes íntegros, repletos de oro y plata!

Pero no solo se persiguió y destruyó aquí la vida, sino que se trató por todos lo medios de destruir nuestras creencias, costumbres y hasta las imágenes de nuestros sueños.

Para eso se organizó una cohorte conocida como los Destructores de Idolatrías.

En el fondo nos salvamos porque nos escondieron los vientres de las madres indígenas en las cuales habían procreado.

Y engendraron hijos los conquistadores, vientres de los cuales somos dubitativos herederos.

 


8. Duélete
de mí


Fray Buenaventura de Salinas y Córdoba, nacido en Lima nieto de conquistadores españoles, fue Calificador del Santo Oficio en 1630 y escribió un “Memorial de las Historia del Nuevo Mundo”.

Era un sacerdote que no acostumbraba a exagerar, quien refiere en su obra que era muy frecuente que las madres indígenas, que daban a luz a sus hijos varones, los ahogaran en el momento de nacer.

Y esto a fin de librarlos de ser enrolados años más tarde para trabajar en las minas de azogue. Este mismo fraile relata un triste suceso en palabras literales, cual es el siguiente:

"Habiendo llegado al valle de Jauja un indio que volvía de la mina de Huancavelica para ver a su mujer y a sus hijos y descansar en su tierra, halló muerta a su mujer. Y a sus hijos de 4 y 6 años los encontró en la casa de una tía suya.

Llegó detrás de él el Curaca y queriéndole llevar otra vez a la mina le dijo:

– Bien sé que te hago agravio, pues acabas de salir del socavón y te hallas viudo y con dos hijos que sustentar, flaco y consumido del trabajo que has pasado.

 



9. Y me haces
tal agravio

 

– Así estoy.

– Pero no puedo más; no hallo más indios para completar la mita. Y si no cumplo el número me quemarán, azotarán y beberán mi sangre. – Duélete de mí y volvamos a la mina. –Le ruega.

Le respondió el indio a su Curaca:

– Tú eres el que no te dueles de tu sangre pues viéndome tocado del polvillo de la mina y que hallo muerta a mi mujer y con estos dos hijuelos que sustentar, sin tierras que sembrar, ni ropa que vestirles, me haces tal agravio.

Y al ver que el Curaca no aceptaba la razón y la justicia de este indio, este cogió a sus hijuelos, los sacó a una legua del pueblo y abrazándolos y besándolos tiernamente, diciéndoles que los quería librar de los trabajos que él pasaba, sacando dos cordeles se los puso a sus gargantas y, hecho verdugo de sus propios hijos, los ahorcó de un árbol.

Y sacando, luego que llegó el cura y el Curaca, un cuchillo de carnicero se lo clavó en su propia garganta, entregando el alma a los demonios, por verse libre de la opresión de las minas".

 



10. Para escalar
el cielo


Hace pocos días estuve nuevamente en Huancavelica para desarrollar un curso de capacitación de maestros. Y tuve ocasión de visitar otra vez la entrada al socavón de Santa Bárbara en esa localidad, llamada también Villa de Oropesa, donde se ubica la famosa mina de azogue que se remonta a principios de la colonia española. Luce allí, encima del pueblo, como un emblema de luto y de dolor.

Mina en donde la gente se enterraba en vida. Porque dentro de ella vivían personas que nunca pudieron ver la luz del sol. Y no porque era grato estar sepultados, sino porque eran esclavos.

Mina en cuyo interior existía incluso una plaza de toros, de acuerdo al imaginario de la gente, contándose con dibujos y gravados que recrean esta leyenda.

Para mantener presos a estos esclavos ya no era necesario utilizar cadenas porque eran fosos para salir de los cuales  se hubiera necesitado construir escaleras equiparables a aquellas que nosotros necesitaríamos construir para escalar el cielo.

 


11. ¿De qué
valían?


Mina tóxica. Allí nacían y morían en condiciones paupérrimas e infrahumanas. Con túneles y galerías sin sistemas de ventilación, que sólo se implementó siglos después de su intensa explotación.

Mina sin seguridad. Se registra el dato que en uno solo de sus derrumbes murieron centenares de indios.

Está escrita la crónica por la cual un visitador de la corona española que tenía que hacer una inspección descendió unos cuantos metros y se sintió asfixiado.

Delante de él sacaron varios cadáveres de indios muertos en ese mismo instante. Sin embargo, no hizo figurar estos hechos en el Informe al Rey que hizo dicho visitador.

Entonces: ¿de qué valían delegados e informes? La estructura de explotación se basaba también en la supervivencia de los funcionarios en los cargos públicos y en la burocracia del Estado.

Y, de otro lado, era impensable que desde lejos hubiera podido el Rey corregir siquiera una pizca de estos hechos.

 


12. El
“icha carami”


Ir hacia ella era pues un suicidio voluntario, y se lo hacía porque era preferible esa suerte a seguir viendo morir de hambre y miseria a la mujer y a los hijos.

Situación en la cual el suicidio era laborando y estando ocupado. Porque se buscaba la muerte pero trabajando para darle un pan a la familia, suicidio con cantos de tristeza y de nostalgia.

En toda esta explotación no se usaron mayormente llamas o animales de carga para extraer el mineral, porque esos animales valían mucho más que la vida de un indígena en el mercado de aquella época.

Para intentar bestializarlos, ¡y no lo pudieron!, se repartía a los indios o peones ya como una costumbre, el “icha carami”.

¿En qué consistía ese alimento del mediodía?

 


13. Leña del árbol
derribado


Es un costalillo de coca para repartir entre el grupo que trabajan. Es una talega grande de cal con la cual se arma el "bolo". Y es además la caña, el coñac o el pisco.

Y todo ello entregado o repartido al mediodía, como almuerzo.

Con lo cual prácticamente se los droga o se trata de idiotizarlos. Y todo ello a fin de que el trabajo sea rudo y ciego, sin medir fuerzas ni peligros.

Esto era, o es, porque todas estas prácticas siguen todavía vigentes. La porción diaria de alimento que se daba al indio peón, o trabajador de la mina ni siquiera era gratuito.

Sino que al final se le descontaba de su jornal, deuda que nunca alcanzaba a ser pagada porque no se reducía sino que siempre iba en aumento.

Ahora también se les da a los trabajadores del campo para hacer leña del árbol derribado.

 


14. Escrivillo
es llorar


O para hacer el cerco de piedras o adobes. O para levantar el muro del corral. O para azuelar la madera a fin de tener vigas de refuerzo para el corredor, antes de la Casa Hacienda, ahora del Municipio o de la Casa Comunal.

Sea para aporcar, que es sacar la tierra de adentro para afuera a fin de airear la raíz de la planta. Sea el remover la chacra de papa. O sea el deshierbe de la chacra de trigo o del maíz. No se les da comida sino el “icha carami”.

¿Y qué es lo que significa aquella expresión del "Icha Carami"? Al final algo tierno, pleno de dolencia y resignación, significa: "dame lo que quieras". Esa es la actitud aún dulce del runa, dentro del oprobio.

En cambio a la bestia, sea caballo, buey o pollino, se le da un buen forraje, agua limpia y descanso. Al indio no, a él se lo droga.

De allí que Guamán Poma de Ayala cuando escribía de todos estos sufrimientos de los indios de su época, en la colonia, decía “Escrivillo es llorar”.

 


15. Habían muerto
en sus socavones


El promedio de vida de un joven indígena sano y fuerte que era enganchado y entraba a trabajar al socavón de la mina, hasta el momento en que moría, era  de solo apenas cinco a seis meses.

El sistema para enrolar era la mita, trabajo obligado de los indios para esta mina, llamada primero De los Santos y después Santa Bárbara.

La mita era un tributo en trabajo ineludible y de segura muerte, siendo lo que diezmó totalmente a la población indígena.

Esta obligatoriedad se iba ampliando poco a poco en su radio de acción: de 50 a 100 kilómetros. Y después a 200 kilómetros a la redonda.

A finales del siglo XVIII se censa que los pobladores de raza indígena en la mina eran más de Ayacucho y de Puno, porque ya  habían muerto en sus socavones los indios del lugar.

 


16. Puentes
de plata


Se impuso allí un genocidio rapaz, silencioso y corrupto, como producto de un sistema de usura y asco que imperó en toda la colonia en contra del indígena peruano.

Sin embargo, esos mismos hombres, –los quechuas, los nativos peruanos, los llamados "indios", pongos, yanaconas, runas, nos se los ha vencido. Al contrario, nos donan ahora, nos regalan a los peruanos un acto de coraje increíble y de valor inmenso. ¿Cuál es?

Que no se dejaron atraer por los hechizos fáciles de una sociedad opulenta como fue la sociedad colonial, que los sedujo de múltiples maneras una de ellas la droga y el alcohol, para hacerlos siervos en el peor sentido.

Porque no pudieron hacerle renegar de su identidad, tendiéndoles los puentes de plata de la vida sin contratiempos, dándoles siempre las sobras de sus privilegios, queriéndolos sumarlos como sociedad de segunda clase a sus residencias palaciegas de Lima, Cuzco, Arequipa o Trujillo.

 


17. Inimaginable
que fueran remedos


Y son ellos los que ahora nos donan la respuesta de no haber transigido, de haber conservado su lengua, sus costumbres, su espíritu.

También su dolor de siglos, su tragedia pero a la vez sus cantos, su alegría y su esperanza, que nos toca a nosotros recoger y proyectar al futuro y al mundo.

Aparentemente lo lograron. Parecía que habían sucumbido, pero en el fondo y en esencia fue imposible exterminarlos.

Sino que al contrario siguió siendo un grupo humano amoroso, límpido y prístino.

Fueron anexados pero ellos sin deponer su actitud soberana, a pesar de todos los ostracismos. Y es que era una cultura invencible en quien era inimaginable que fueran remedos de sus amos.

 


18. Ejemplo
al mundo entero


Ahora han bajado hacia las ciudades, han descendido. Ya llegaron, pero manteniendo siempre su identidad.

Ellos han salido de sus cerros y quebradas después de haber sido fieles consigo mismos, con su historia y su ancestro.

No se han dejado ganar por lo fácil, por lo inmediato ni rentable, como era el uso y dominio pleno del idioma castellano que les hubiera dado más tener, pero que les hubiera restado, disminuido y quizá anulado su ser.

Ese espíritu está incólume, ese grito está vivo, ese clarín del alba está vigilante y alerta en lo alto de las montañas.

Con ello los indígenas peruanos nos han dado un ejemplo al mundo entero, el de haber decidido por el espíritu en vez de fascinarse y dejarse hechizar por las cosas.

O de dejarse arrastrar por las distracciones.

 


19. Entusiasmo
supremo


Con lo cual a partir de cualquier momento, para ellos estará garantizado un verdadero progreso y evolución.

Y, en segundo lugar, han dado un grito de independencia porque todo aquel que afirma su lengua, su habla y su voz es soberano y es digno.

Así la resistencia andina es hacia nosotros un legado y una herencia invalorable.

Es una llama viva para que nosotros nos acerquemos y extraigamos de allí coraje y fervor.

¡Y entusiasmo supremo por la vida!

De este modo se está desenredando el ovillo.

De este modo se está extendiendo la hebra y el tejido de nuestra identidad que estaba tan anudado, tan hecho un amasijo, tanto que dolía, que sangraba cabeza abajo.

 


20 ¡Y ya está
despertando Inkari!


De este modo el ovillo de lo que somos, de aquello que corresponde que seamos, que volvamos a ser, se está desenvolviendo y haciendo elipsis, pirámide y arco iris.

De este modo se está configurando la utopía, de aquello que imaginemos incluso cómo ser.

El ovillo de nuestra sangre, del corazón que nos alienta y hace sufrir está agitado y baila.

Por eso, éste es el tiempo del resurgimiento y del despertar.

De desenterrar los dioses dormidos. Es el tiempo del regocijo, de despertar las huacas.

Porque las huacas no están muertas sino latentes.

¡Y ya están despertando, Inkari! ¡Kausachum hermanos!

 
 

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